domingo, 16 de diciembre de 2007

Doña Marmoletina del Cantábrico Óbice del Stradivarius Bailongo



Ha muerto, Igor. Doña Marmoletina ha muerto. ¡Santo Varón!

Como bien sabrás, Igor, Doña Marmoletina del Cantábrico Óbice del Stradivarius Bailongo era natural (pero ¡qué digo natural! ¡MUY natural!) de Baviera, Países Bajos, lugar natural donde los haya (o pinos, no estoy seguro).

No se confunda el lector con su nombre, no. Doña Marmoletina debió su nombre a la soledad del alumbramiento de su madre. Tal fue la soledad que dicho alumbramiento la dejó ciega. Pero como decíamos, su nombre no debe confundir su género. Doña Marmoletina tenía... tenía... Igor, tú ya me entiendes... Tenía hambre de hacerse querer.

Doña Marmoletina nació en unos servicios públicos porque su madre quería que su hijo conociera mundo. Por esta razón sus amigos le llamaban Tina la Baterile.

Ya desde muy pequeño Doña Marmoletina destacó entre sus compañeros por su porte distinguido, su don de gentes y por la barrera automática de peaje que le asomaba por el trasero.

Doña Marmoletina comenzó sus estudios de COU nada más nacer. Los maestros se opusieron al principio, pero su madre decía una y otra vez: "PUES YO QUIERO QUE MI HIJO ESTUDIE COU Y COU HA DE ESTUDIAR".

A pesar de la insistencia de su madre, debo decirte sin medias tintas, Igor, que Doña Marmoletina... fracasó. Los maestros le decían: "¿cuál es la capital de Turquía?" y él respondía -"a ga ga ga gu gu" -"¿cómo?" -"¡a ga ga ga gu gu!, ¡que a vosotros hay que deciros las cosas así! ¡LECHES!" Con lo cual los maestros le daban un tetra brick de leche Pascual y él se quedaba dormidito con su cartón en brazos. Hoy, años después, todavía se preguntan en las reuniones del consejo escolar de la escuela pública donde cursó el COU qué pudo fallar en su educación. Inexplicable. El caso es que, ante tal decepción, su madre lo llevó a estudiar corte y confección a la escuela de Jorge Vestringe. Esto sí eran progresos, Igor ¡vaya progresos, oiga!

Un día, entre levantamiento y levantamiento de barrera, Doña Marmoletina se hizo pis. Desde aquél día no volvió a ser el mismo, Igor. Él era otro, como tú. Dejó el taller de corte y confección que pingües estipendios le reportaba a su familia y dedicó su vida a hacer el bien. Aliado con Mariano Mariano se recorrió los platós de televisión cortando la lengua a los reporteros del corazón.

Cuando tales hazañas llegaron a oídos (¡qué digo oídos! ¡orejas!) de la Curia Romana no hizo falta más, Igor. Fue nombrado Santo con efecto retroactivo desde su nacimiento.

Hoy ha muerto, Igor. Al parecer, presa de la devoción por su causa, ha intentado comerse entero a Jorge Javier, sin desalar ni nada. Ha muerto de una intoxicación etílica.

¡Santo Varón, Igor, Santo Varón!

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